Mi cerro al final de la calle

Hacen ya 2 años que escribo en libretas de bolsillo, de ahí la URL de este blog. Las primeras 6 libretas que usé tenían la particularidad aleatoria de tener una única palabra en su tapita de cartón: "Sendero". De ahí el título de este blog.
Hoy, en un seminario de arte contemporáneo dictado en La Cocha en el contexto de la Residencia Ahicito, organizada por el GIT (Grupo Intervencionista Tucumán), Eduardo Molinari traía a la mesa este mismo término: Sendero.
Sendero, senderismo, camino, caminantes. Una de las cualidades de este tipo de vía de circulación es la forma en la que se constituyen, el modo en el que aparecen y se configuran como tal. Los senderos se abren por circulación. Abiertos por un tránsito menor, pequeño en su caudal, pero consistente, como un arroyo débil, pero fiel.
Pienso que cada uno tiene sus senderos, más o menos conectados, y se van haciendo día a día, por insistencia, por repetición. Pienso en el contexto en el que se generan estos senderos, en las redes que van tejiendo - conscientes o no de su rol. Pienso, nuevamente en mi ciudad, en Tucumán.
Nunca fui bueno para quedarme quieto, ni de changuito ni ahora. Menos ahora. Siempre ví conectado el futuro con lugares desconocidos, horizontes y cielos diferentes, caras de todas las formas y colores, lenguas, miradas, sonidos que no estaban en mi Tucumán, pero que encontraban - y encuentran - su síntesis aquí.
Hace poco volví de un viaje al mal llamado "primer mundo" y confirme un par de sospechas, intuiciones. De esas que te tatuas en el pecho porque sos cabeza. En muchas culturas ancestrales existe este pajarito con dos cabezas. Cada vez que intenté buscar su significado me perdí en un mar de ambigüedad y tiempo que diluye sentidos. Para mí, hoy responde a dos impulsos opuestos:

"Todo ser humano admira las aves... Ellas expresan lo que sienten, tal como nosotros tratamos de hacerlo; hacen sus cortejos y sus nidos, luchan contra los elementos, vacilan entre dos impulsos opuestos: el amor al hogar y el ansia por lugares lejanos."

-Donald Culross Peattie


Él lo pone en palabras más bonitas.
Me gustaría contrastar esta cuestión tan poética con esa idea que, al nombrar en el futuro, parece convertirse en un lugar común: Si la cosa sigue como viene, yo me voy de acá. Razones sobran, salga a la calle y pregúntele a su vecino que opina de la situación del país. Pregúntese sobre los resultados de la misma encuesta hace 5, 10 o 15 años, o mejor: dentro de 5, 10 o 15 años. Hagamos una lista colectiva de las razones por las cuáles este lugar está perdido. Puedo ver la fila de opinólogos. Agregaría una pregunta en el próximo censo nacional: "Si tuviera los medios: ¿se iría del país?"

Hace poco volví de un viaje al mal llamado "primer mundo" y confirme un par de sospechas, intuiciones. De esas que te tatuas en el pecho porque sos cabeza: Nunca me iría de mi Tucumán. No me malinterprete, por supuesto que viajaría, creo que no hay actividad más enriquecedora, me iría un año a dar vueltas por ahí, viviría otro en Barcelona, pasaría unos meses en México o en Brasil, me iría un tiempo a algún pueblito perdido en cualquier lado a cualquier distancia de casa, pero con la condición de volver. Todo aquello que pueda recolectar de esos senderos lejanos, todo lo que pueda aprender de otras culturas, todo lo que pueda robar, extrapolar, re-contextualizar de ese mundo en potencia sólo tiene sentido si puedo volver a casa y compartirlo aquí, entre mates.
Al fin y al cabo, creo que lo que quería decir con todo esto es que no podría vivir sin ver el cerro al final de la calle.

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