Quitar el saludo o levantar la mano
Una vez me peleé en nombre de un taxista al cual no debería haber defendido - por otras razones - con un desconocido en Facebook. El sujeto en cuestión habrá tenido unos 40 años, en su foto de perfil se adivinaba el prejuicio. El mío. Me peleé con él porque soltó un "no repito comentarios de taxistas". En ese momento, mi profesor del secundario, un tipo que me caía simpático, era taxista. Como todo el mundo sabe, los taxistas son los guardianes del imaginario colectivo. O al menos en la teoría. Mi respuesta de adolescente fue un tucumanísimo que-te-pasa-con-los-taxistas. La discusión, si es que es lícito decirle discusión a un hilo de comentarios en facebook, prosiguió por los siguientes 3 o 4 días cuando cada una de las partes tenía un momento para sentarse a dedicarle tiempo a un desconocido. Yo estaba enojado, me sentía ultrajado por este sujeto de quien solo conocía su foto de perfil. La cuestión llegó a un punto muerto y yo, gradualmente me fui olvidando.
Durante el año 2018 se realizaron numerosas Asambleas Inter-estudiantiles por la Universidad pública entre estudiantes de distintas carreras de la UNT. Comencé a asistir a las Asambleas el día que se tomó Rectorado. Ahí empecé a escuchar los debates, a conocer las internas, a entender y participar del sistema de mociones y también me animé a hablar. Francamente no dije mucho. O por lo menos nada que sea digno de recordar en esta situación. Los días pasaron y se fueron dando otras asambleas, dentro de cada Facultad, dentro de cada carrera, para poder ponernos de acuerdo por sectores, y llevar un representante a la Interestudiantil con nuestras propuestas y así decidir un plan de acción que más o menos nos incluya a todos. Pero - porque siempre hay un pero - en algún momento se empezó a perder fuerza, o dirección, o ambas cosas. Gradualmente las Inter-estudiantiles fueron perdiendo gente, incluso yo mismo dejé de ir en un momento. Recuerdo una Asamblea que se hizo en el Lillo que se hizo interminable, la gente se empezaba a ir de a poco y la lista de oradores todavía tenía para rato de reivindicaciones, de adherir a la lucha de tal, de repudiar la decisión de tal, de mocionar que nos declaremos a favor o en contra de. Lo que está muy bien, no me malinterprete, quizás fue poco estratégico, pues cuando llegaba la hora de votar las mociones, la mitad de los asistentes ya se habían retirado. Un tiempo después de ese frenesí me quedé pensando en los resultados de cada Asamblea. Cuando se votaban las mociones, los resultados rozaban la unanimidad, sea a favor o en contra, levantamos la mano al tiempo que, más evidentemente, más de reojo, adivinamos que está por votar la mayoría. Y adherimos ¿Qué pasa con el que no adhiere? Recuerdo que más de una vez silbaron a un orador porque no gustaba a esa mayoría del reojo lo que estaba diciendo, porque era diferente.
Frecuentemente tengo la sensación de que hablo con la gente que más o menos piensa como yo. Por eso, no entiendo cuando todavía se pueden ver carteles de Bussi en la calle, cuando Alperovich lanza su candidatura y uno está casi seguro de que va a ganar aunque jamás le votaría, cuando Manzur empieza a despilfarrar guita en publicidad para contarnos todas las cosas que dice cuidar, cuando ves pintadas de la izquierda de Asamblea General Constituyente. Creo que la razón por la que no entiendo es el algoritmo. El de facebook, el de instagram, el que más te guste. Funciona más o menos así: Hace 10 años que sos amigo en facebook de Julito, pero hace 8 que no lo ves. Tomaron caminos diferentes en la vida. Un día empezás a ver numerosas publicaciones de Julito: "hay que matarlos a todos", "negros de m", "a este país se lo saca laburando", "el pan dulce no lleva fruta abrillantada" y Julito te la seca. Es entonces cuando descubrís que Facebook tiene este maravilloso botón de "Eliminar de mis amigos" o uno mucho más sútil, "Dejar de seguir a Julito". Por un lado lo eliminarías de tu vida, pero por los viejos tiempos, sólo lo dejás de seguir. Clic, nunca más te enterás de las barbaridades de Julito (dicho sea de paso, me parece muy interesante de dónde viene la palabra bárbaro, los griegos la usaban para referirse "al que balbucea", o dicho de otro modo, al que no hablaba griego, ahí los tenés, la cuna de la democracia). Volviendo al algoritmo, por si usted no se ha percatado, Facebook hace un seguimiento de cada clic y desplazamiento del mouse por la pantalla, en función de esos datos, decide que te resultaría más entretenido ver en la pantalla y va adaptando el contenido, para mantenerte ahí y poder mostrarte publicidad, de modo que el negocio sea redituable. Ahora, cuando uno presiona el botoncito "dejar de seguir" - debo admitir que he tenido uno o dos meses en los que he hecho uso y abuso del botoncito - Facebook interpreta que vos no querés ver más contenido del tipo que publica Julito, porque Julito te la seca. Llega un punto en que dejas de seguir a mucha gente y Facebook tiene suficientes datos como para encontrar el patrón que designa lo que te gusta y lo que no. Entonces jamás verás a los macristas en facebook ¿dónde están ahora? Siguen estando, sólo no los ves. O bien vas a dejar de ver kirchneristas, o bussistas, o gente de izquierda, o feministas, o fruta abrillantada y gatitos. El gran Zygmunt Bauman ya se quejaba de esto a su modo. El problema en sí, no es Facebook, no es Instagram, no es el algoritmo. El problema es que creemos que hacer política es compartir una publicación en Facebook, que hacer política es estar todos de acuerdo, que pensar diferente, aún pensando diferente de los que piensan diferente, está mal, que condenar al que piensa diferente es lo pertinente, que quitarle el saludo, dejar de seguir, eliminar de tus amigos a ese que piensa diferente es el camino para hacer política, o peor aún, que política se hace si lanzas tu candidatura o cuando vas a votar únicamente.
Considero que el feminismo, en Tucumán, a planteado un montón de debates y discusiones en relativamente muy poco tiempo que a muchos nos tomó por sorpresa. Es fácil usar el sarcasmo, la ironía, hacer chistes o despotricar contra el que no está, contra ese sujeto no identificado que sirve de soporte para todo lo que pensamos que está mal. A mí me sucede que no lo encuentro en estado puro en mi entorno, y las pocas veces que lo he encontrado me serví de la estrategia del algoritmo y listo, no más problema. Pero creo que ahí está el problema. Nos juntamos entre nosotros o entre nosotres, o entre nosotras. Hablamos de lo mismo, opinamos lo mismo y nunca pensamos en construir desde la diferencia, pues sucede que tampoco tenemos los medios para construir desde la diferencia, no estamos preparados para soportar la diferencia, dejar de seguir es el plástico con pelotitas de aire y la diferencia es un cuchillo. Después se vota algo en diputados y nadie entiende porqué pasa lo que pasa, ni de un lado, ni del otro.
Así y con todo, creo que estamos muy lejos de hacer una Asamblea Civil de la Diferencia que sea realmente representativa, y quizás sea utópico. Lo que se pretende trabajar, no son las "opiniones", no es eso por lo que se lucha, aún cuando estas sean adversas, sino la ideología, como forma de entender el mundo de una manera distinta, como proyecto y compromiso concreto que busca los métodos y los procesos para realizar esa forma de entender el mundo. La proyectización es lo que diferencia la ideología de la utopía. Pero ¿Cúal es ese método que nos podría llevar del estado actual de la cuestión a la posibilidad de realmente construir, políticamente, desde la diferencia? No pretendo sentar las bases de un método sistematizado, definitivo, sino tal vez, proponer unas primeras intuiciones sobre cómo retomar desde el lugar de cada uno un camino más responsable hacia la política: En primera instancia, me parece que hay que dejar el algoritmo para Facebook. Nótese que esto es más fácil decirlo que hacerlo. En segundo lugar, hay que dejar de pensar que un montón de párrafos en mayúsculas por WhatsApp es hablar, o debatir, o conversar. Por último, hay que estar dispuestos no sólo a hablar, pues eso, evidentemente nos encanta, sino también a escuchar, como nos gustaría ser escuchados por lo menos.
Durante el año 2018 se realizaron numerosas Asambleas Inter-estudiantiles por la Universidad pública entre estudiantes de distintas carreras de la UNT. Comencé a asistir a las Asambleas el día que se tomó Rectorado. Ahí empecé a escuchar los debates, a conocer las internas, a entender y participar del sistema de mociones y también me animé a hablar. Francamente no dije mucho. O por lo menos nada que sea digno de recordar en esta situación. Los días pasaron y se fueron dando otras asambleas, dentro de cada Facultad, dentro de cada carrera, para poder ponernos de acuerdo por sectores, y llevar un representante a la Interestudiantil con nuestras propuestas y así decidir un plan de acción que más o menos nos incluya a todos. Pero - porque siempre hay un pero - en algún momento se empezó a perder fuerza, o dirección, o ambas cosas. Gradualmente las Inter-estudiantiles fueron perdiendo gente, incluso yo mismo dejé de ir en un momento. Recuerdo una Asamblea que se hizo en el Lillo que se hizo interminable, la gente se empezaba a ir de a poco y la lista de oradores todavía tenía para rato de reivindicaciones, de adherir a la lucha de tal, de repudiar la decisión de tal, de mocionar que nos declaremos a favor o en contra de. Lo que está muy bien, no me malinterprete, quizás fue poco estratégico, pues cuando llegaba la hora de votar las mociones, la mitad de los asistentes ya se habían retirado. Un tiempo después de ese frenesí me quedé pensando en los resultados de cada Asamblea. Cuando se votaban las mociones, los resultados rozaban la unanimidad, sea a favor o en contra, levantamos la mano al tiempo que, más evidentemente, más de reojo, adivinamos que está por votar la mayoría. Y adherimos ¿Qué pasa con el que no adhiere? Recuerdo que más de una vez silbaron a un orador porque no gustaba a esa mayoría del reojo lo que estaba diciendo, porque era diferente.
Frecuentemente tengo la sensación de que hablo con la gente que más o menos piensa como yo. Por eso, no entiendo cuando todavía se pueden ver carteles de Bussi en la calle, cuando Alperovich lanza su candidatura y uno está casi seguro de que va a ganar aunque jamás le votaría, cuando Manzur empieza a despilfarrar guita en publicidad para contarnos todas las cosas que dice cuidar, cuando ves pintadas de la izquierda de Asamblea General Constituyente. Creo que la razón por la que no entiendo es el algoritmo. El de facebook, el de instagram, el que más te guste. Funciona más o menos así: Hace 10 años que sos amigo en facebook de Julito, pero hace 8 que no lo ves. Tomaron caminos diferentes en la vida. Un día empezás a ver numerosas publicaciones de Julito: "hay que matarlos a todos", "negros de m", "a este país se lo saca laburando", "el pan dulce no lleva fruta abrillantada" y Julito te la seca. Es entonces cuando descubrís que Facebook tiene este maravilloso botón de "Eliminar de mis amigos" o uno mucho más sútil, "Dejar de seguir a Julito". Por un lado lo eliminarías de tu vida, pero por los viejos tiempos, sólo lo dejás de seguir. Clic, nunca más te enterás de las barbaridades de Julito (dicho sea de paso, me parece muy interesante de dónde viene la palabra bárbaro, los griegos la usaban para referirse "al que balbucea", o dicho de otro modo, al que no hablaba griego, ahí los tenés, la cuna de la democracia). Volviendo al algoritmo, por si usted no se ha percatado, Facebook hace un seguimiento de cada clic y desplazamiento del mouse por la pantalla, en función de esos datos, decide que te resultaría más entretenido ver en la pantalla y va adaptando el contenido, para mantenerte ahí y poder mostrarte publicidad, de modo que el negocio sea redituable. Ahora, cuando uno presiona el botoncito "dejar de seguir" - debo admitir que he tenido uno o dos meses en los que he hecho uso y abuso del botoncito - Facebook interpreta que vos no querés ver más contenido del tipo que publica Julito, porque Julito te la seca. Llega un punto en que dejas de seguir a mucha gente y Facebook tiene suficientes datos como para encontrar el patrón que designa lo que te gusta y lo que no. Entonces jamás verás a los macristas en facebook ¿dónde están ahora? Siguen estando, sólo no los ves. O bien vas a dejar de ver kirchneristas, o bussistas, o gente de izquierda, o feministas, o fruta abrillantada y gatitos. El gran Zygmunt Bauman ya se quejaba de esto a su modo. El problema en sí, no es Facebook, no es Instagram, no es el algoritmo. El problema es que creemos que hacer política es compartir una publicación en Facebook, que hacer política es estar todos de acuerdo, que pensar diferente, aún pensando diferente de los que piensan diferente, está mal, que condenar al que piensa diferente es lo pertinente, que quitarle el saludo, dejar de seguir, eliminar de tus amigos a ese que piensa diferente es el camino para hacer política, o peor aún, que política se hace si lanzas tu candidatura o cuando vas a votar únicamente.
Considero que el feminismo, en Tucumán, a planteado un montón de debates y discusiones en relativamente muy poco tiempo que a muchos nos tomó por sorpresa. Es fácil usar el sarcasmo, la ironía, hacer chistes o despotricar contra el que no está, contra ese sujeto no identificado que sirve de soporte para todo lo que pensamos que está mal. A mí me sucede que no lo encuentro en estado puro en mi entorno, y las pocas veces que lo he encontrado me serví de la estrategia del algoritmo y listo, no más problema. Pero creo que ahí está el problema. Nos juntamos entre nosotros o entre nosotres, o entre nosotras. Hablamos de lo mismo, opinamos lo mismo y nunca pensamos en construir desde la diferencia, pues sucede que tampoco tenemos los medios para construir desde la diferencia, no estamos preparados para soportar la diferencia, dejar de seguir es el plástico con pelotitas de aire y la diferencia es un cuchillo. Después se vota algo en diputados y nadie entiende porqué pasa lo que pasa, ni de un lado, ni del otro.
Así y con todo, creo que estamos muy lejos de hacer una Asamblea Civil de la Diferencia que sea realmente representativa, y quizás sea utópico. Lo que se pretende trabajar, no son las "opiniones", no es eso por lo que se lucha, aún cuando estas sean adversas, sino la ideología, como forma de entender el mundo de una manera distinta, como proyecto y compromiso concreto que busca los métodos y los procesos para realizar esa forma de entender el mundo. La proyectización es lo que diferencia la ideología de la utopía. Pero ¿Cúal es ese método que nos podría llevar del estado actual de la cuestión a la posibilidad de realmente construir, políticamente, desde la diferencia? No pretendo sentar las bases de un método sistematizado, definitivo, sino tal vez, proponer unas primeras intuiciones sobre cómo retomar desde el lugar de cada uno un camino más responsable hacia la política: En primera instancia, me parece que hay que dejar el algoritmo para Facebook. Nótese que esto es más fácil decirlo que hacerlo. En segundo lugar, hay que dejar de pensar que un montón de párrafos en mayúsculas por WhatsApp es hablar, o debatir, o conversar. Por último, hay que estar dispuestos no sólo a hablar, pues eso, evidentemente nos encanta, sino también a escuchar, como nos gustaría ser escuchados por lo menos.
Excelente nota!
ResponderBorrarGracias!
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