De puño y letra
No hace tanto que escribo por el
gusto de escribir, ni hace tanto que escribo por su misma utilidad. Es más
bien, una de mis más recientes aficiones. Pero quería compartir algunos
pensamientos sobre esto.
No sé si usted, posible lector,
habla consigo mismo. Yo lo hago menos de lo que me gustaría, por más solo que
esté me sigo sintiendo raro. Pero la verdad es que, cuando puedo, hablo hasta
por los codos. Busco la forma de hablar con la gente sobre lo que no para de
darme vueltas en la cabeza, pero ¿por qué? Según sospechaba – y alguien tuvo la
gentileza de confirmar mi intuición con la suya – cuando conversamos sobre una
idea, un tema o algo que veníamos pensando, tendemos a sacar nuevas
conclusiones, algo hace clic y entendemos todo (o por lo menos un poquito más)
y podemos seguir construyendo la línea del pensamiento. No digo que esté descubriendo
algo muy novedoso, pero mi hipótesis va mas o menos así: El pensamiento es
intangible, el lenguaje es concreto. El lenguaje limita y condiciona, pero,
bien pensadas, esas condiciones funcionan como resortes y engranajes que nos
permiten ir un poco más allá. Lo intangible del pensamiento no puede
desarrollarse por sí solo, no tiene algo concreto de donde agarrarse. Cuando se
hace concreto aparecen estos resortes (llámese palabra hablada, llámese palabra
escrita, llámese arte) que nos permiten ir más allá y explica el hecho de que
hablar un tema nos permita desarrollarlo.
Escribir funciona como uno de
estos resortes. Aprendí dos cosas: Primero, soy capaz de cansarme incluso a mi
mismo. Segundo, me ayuda a organizar las ideas.
Tengo en alguno de estos
cuadernos el primer texto que escribí con intenciones de desarrollar una idea
por puro gusto de desarrollarla. Es increíble como perdía el hilo. En un par de
párrafos me iba por las ramas y terminaba explicando cosas que no vienen al
caso. Lo interesante, de todos modos, no fue la escritura en sí, sino la revisión
y la reescritura. Comencé a revisar el texto, para extraer sólo la idea importante.
De siete páginas escritas, cinco eran pura divagación, que orgullo. Transcribí
las dos páginas de lo que realmente quería decir y al volver a leerlas me
sucedieron dos cosas. Primero, todo era más claro, coherente y me daba pie a
continuar la escritura aún más allá, y segundo, mi mente dejaba de divagar:
Cuando traté de explicar la misma idea a otra persona, me di cuenta de que podía
explicarla con facilidad y claridad, sin irme por las ramas y siguiendo un hilo
bastante claro. Desde entonces valoro mucho más la escritura.
Otra idea sobre la escritura. Esto
del puño y la letra, caligrafía, mano alzada, papel, lapicera. Mover la mano y
dibujar letra por letra.
Dicen – y yo banco ese dicho –
que la escritura a mano conlleva un proceso mental y físico distinto al de la
escritura en, por ejemplo, una computadora. Al parecer recordamos mejor lo que
escribimos a mano. Pero más allá de eso, me interesa otra cuestión de a
escritura a mano: es más íntima, tiene su cadencia, su ritmo, su impronta
emocional. Nunca va a ser lo mismo mi caligrafía si estoy enojado, enamorado,
taciturno, triste o totalmente indiferente. Puedo reconocer en mi letra cuando
escribí en un arranque de emoción o cuando tuve un aire más pensativo. Y sí, es
verdad, es totalmente intrascendente este dato, si lo miramos objetivamente
¿pero para qué quiero ahora la objetividad? Y más hoy, cuando las relaciones se
han convertido en mensajes escritos, donde todos los caracteres ocupan un
espacio fijo, predeterminado, invariable, seriado, apático, despojado hasta de
ese último dejo de emoción de la caligrafía. Y yo, no quiero eso. Quiero
mirarte a los ojos y preguntarte como estas, tanto tiempo, ya te extrañaba, que
me contas, mira, que lindo, me alegro un montón y yo aquí bien.
Quiero pensarte en un poema y dártelo
en un papelito de mi libreta, para que no se pierda al fondo de una
conversación de WhatsApp, Facebook, Instagram, ni ninguno de esos aparatos y
sistemas que a algún pícaro se le ocurrió darle el nombre de “medios de
comunicación” sin ningún tipo de advertencia.
Si el audio es un pedazo de
tiempo que te regalé ¿qué es un poema en un papel?
Lo amé
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